EL BIORREGIONALISMO DE LEONARDO BOFF Y EL ECOFORALISMO CARLISTA

17.06.2020 17:48

EL BIORREGIONALISMO DE LEONARDO BOFF Y EL ECOFORALISMO CARLISTA

El contexto más general vivido por Jesús era la tenaz oposición por parte de la patria judía al internacionalismo cultural griego y al imperialismo militar romano. (Leonardo Boff)

Leonardo Boff apenas requiere presentación en el ámbito católico. Teólogo, exsacerdote franciscano, filósofo, escritor, profesor y ecologista brasileño, ha dedicado los últimos cuarenta años a la enseñanza de la teología, la espiritualidad y la ecología.

De la combinación de sus estudios académicos con sus vivencias en los medios populares y empobrecidos de Brasil nació la teología de la liberación, de la que fue uno de los principales definidores y propagadores.

Doctor honoris causa en Política por la Universidad de Turín (Italia) y en Teología por la Universidad de Lund (Suecia) y autor de más de 80 libros traducidos a las principales lenguas; a sus 80 años, este defensor de los derechos humanos y miembro de la comisión que elaboró la Carta de la Tierra continúa dando cursos y conferencias, asesora movimientos sociales de origen popular como las comunidades eclesiales de base, y escribe con asiduidad.

Boff plantea una novedad esencial en el modelo de actuación frente al calentamiento global y la pérdida de biodiversidad, modelo al que ha denominado biorregionalismo, y que, por su coincidencia con los principios foralistas y de ecologismo rural propios del carlismo, merecen nuestra consideración.

El biorregionalismo aparece como una alternativa frente al paradigma globalizador, que en palabras de Boff,

“se centra en el ámbito estatal y en el mundial; en economía la explotación de la naturaleza, el crecimiento / desarrollo ilimitado a nivel mundial y la competencia; en política prevalece la centralización, la jerarquización, el control y el gobierno de la mayoría; en la cultura lo cuantitativo sobre lo cualitativo, la uniformización de las costumbres, el consumismo y el individualismo y el pensamiento tecnocrático. Este paradigma subyace en gran parte a la crisis actual de la tierra, pues la considera como un todo uniforme sin valorar la singularidad de sus muchos ecosistemas y la diversidad de las culturas.

Basándose en términos tan próximos a la cultura carlista como, comunidad, autosuficiencia, cooperación descentralización, subsidiariedad

En cuanto a términos de escala se centra en la región y en la comunidad; en economía, en la conservación, la adaptación, la autosuficiencia y la cooperación; en política, en la descentralización, la subsidiariedad, la participación y la búsqueda de consenso; en cultura favorece la simbiosis, la diversidad y el crecimiento cualitativo e incluyente”.

Reconociendo la no novedad del planteamiento

“El biorregionalismo no es nuevo, ya que está inspirado en los antiguos modos de vida, antes de la aparición de los imperios con su burocracia, jerarquía y ejércitos, base de los estados modernos”.

Y que esta acción local no está reñida con acciones globales de carácter mundial

“Aun siendo la comunidad local la unidad básica, esto no invalida las unidades sistémicas más grandes (interregionales, nacionales e internacionales) que afectan a todo el mundo (por ejemplo, el calentamiento global). La idea de lo glocal, es decir, pensar y actuar local y globalmente nos ayuda a articular las dos dimensiones”

Las propias palabras de Boff nos llevan a la concreción del de los conceptos de cooperativismo y defensa del comunal tan vivos, con estos o con otros nombres, en la concepción carlista de la sociedad.

“El biorregionalismo posibilita que las mercancías circulen localmente, evitando las largas distancias; favorece el surgimiento de cooperativas comunitarias; persiste la economía de mercado, pero compuesta principalmente, aunque no exclusivamente, de empresas familiares, iniciativas cuyos propietarios son los propios trabajadores y una cooperación abierta entre barrios y municipios………… Los residuos pueden ser fácilmente manejados o transformados en bioenergía. Los trabajadores se sienten conectados con lo que produce la naturaleza local y al trabajar en fábricas pequeñas consideran su trabajo más significativo”.

El pasado 31 de marzo decenas de miles de personas se manifestaron en Madrid para reivindicar los derechos y las necesidades de la llamada “España vacía”. El mundo rural, cuyas formas de vida, tradiciones, gestión de los bienes comunes, etc., están siendo atacados por un desarrollismo urbano incapaz de entender y valorar la importancia ecológica y económica de que este mundo rural permanezca vivo y en desarrollo.

El mundo rural que, ya en el Siglo XIX, no lo olvidemos, actuó de apoyo y fuente principal de voluntarios y víveres para una insurrección, la carlista, a la que le costaba entrar en el mundo de las ciudades.

Actividades como la caza y ecosistemas como la dehesa de toros de lidia se encuentran amenazadas por un pseudo-animalismo urbano, de importación, y de dudosa base ética.

La buena noticia es que las nuevas tecnologías, Internet, comercio electrónico, impresión 3D, etc., son las que van a permitir que la población de las zonas rurales pueda seguir viviendo y trabajando en sus pueblos de origen, como ocurría en la época preindustrial. Nuevas tecnologías que deben servir, no para oprimir, sino para liberar, dejando más tiempo para la convivencia con familia y amigos, la fiesta, el desarrollo de la creatividad y el cuidado de la naturaleza.

Esta es una de las líneas de trabajo para el carlismo, a las que se refiere D. Carlos Javier de Borbón-Parma cuando dice que “El carlismo debe vivirse y trabajarse desde el siglo XXI y para el siglo XXI”    

Carlos María Hernández “Haretxaga”